Eres periodista de «El Eco de Incarnam». Así que, cuando un día, ves los muros de las ciudades forrados de misteriosos carteles en los que Mord anuncia que va abrir su torre de los desafíos a los aventureros, te hueles la emboscada. Todavía más cuando, al día siguiente, todos han desaparecido sin dejar rastro. Como si hubieses soñado que los carteles estaban ahí…

Mientras avanzas por la larga pasarela y tus botas golpean las tablas de madera, te das cuenta de que es la primera vez que la atraviesas. La primera vez que estás tan cerca… de la torre del viejo Mord. Del «viejo loco» para muchos.
La torre apareció de un día para otro en el horizonte de las llanuras de Cania. Nadie sabe cómo ni por qué. ¡Y es lo suficientemente extraña para que nadie quiera saber nada de ella!
Cuanto más te acercas, más te sorprende lo que te rodea. Te esperabas un pantanal pegajoso de agua estancada. Es lo que, viéndolo de lejos, la bruma que rodea la torre puede hacer pensar. Sin embargo, cuando estás más cerca, todo parece más colorido. Las hojas de nenúfar que salpican el pantano. Las inflorescencias blancas que se balancean a merced del viento. Incluso las capas de niebla más dispersas son más seductoras vistas desde aquí.
La torre se eleva a majestuosa. Alzas la cabeza para apreciar su altura hasta la cima.
Ya estás en el umbral, solo tienes que llamar a la puerta.
Toc, toc, toc.

Dentro, reina el desorden: un objeto se cae, una voz nasal farfulla algo como: «¡Kilibilibili!», un cuerpecito se desploma (podría ser el de un niño), y una tapa que gira y gira sobre sí misma hasta que se detiene y vuelve a hacerse el silencio. Finalmente, se oye el chasquido de la cerradura y la puerta se abre.
Al principio no ves a nadie, pero te das cuenta de que has de mirar hacia abajo para ver cómo se asoma la cabeza de un goblin verdoso que te examina. Haces amago de presentarte, pero se pone a agitar frenéticamente la mano invitándote a entrar.

Descubres una gran sala, es más grande de lo que te imaginabas. Un desorden caótico de libros apilados, muebles mal colocados y objetos entre los que el enano zigzaguea para volver a ponerse detrás de su mostrador y rebuscar para encontrar no se sabe qué.

Tienes la extraña impresión de molestar y, a la vez, pareciese como si te estuvieran esperando. Te aclaras la garganta antes de lanzarte: «He venido aquí… por Mord».
Le goblin sigue rebuscando detrás de su mostrador.
«Me gustaría saber si…
—¡Vete a mirar debajo de la mesa!», te ordena el pequeño ser.
Perplejo, te disculpas. No lo sabes pero, en ese momento, el goblin te observa discretamente por encima de su mostrador. Ahora eres tú el que zigzaguea entre las pilas de libros antes de tumbarte en el suelo para mirar debajo de la mesa baja. Una escoba.
«Empieza desde la entrada recorriendo las paredes. Vuelve en círculos al centro de la habitación. Y no tires los libros… Al maestro no le gusta nada.
—Yo… no, te confundes, yo…
—¡Ji, ji, ji, ji! Ji, ji…
—¿Te estás riendo o…?»
El goblin salta encima del mostrador, armado con un trapo y un plumero. Mientras te habla, estira el brazo para limpiar por un lado, escupe en el mostrador para secar por otro.
«Kirdor también estaba completamente desorientado el primer día… (¡Splash!) El primer año… (Fratch, fratch…) ¡Pero hoy! ¡Ji, ji, ji, ji! ¡Sé todo! Excepto…
—¿Excepto…?
—… ¡excepto dónde están las llaves!»
Mientras el alegre enano empieza un molesto baile que combina limpieza y contoneos, te das cuentas de que acabas de conseguir tu primer dato de verdad.
«¡Eh!»
Kirdor interrumpe el curso de tus pensamientos.
«Empieza desde la entrada…»
Después, canturreando, retoma su inoportuna danza.
Te pones otra vez manos a la obra, dirigiéndote hacia la entrada con la escoba en la mano.
«¡El maestro no quiere ver el mínimo jalató de polvo! ¡Ji, ji!»
Sin saber realmente por qué, empiezas a amontonar una pila cuando oyes: «¡Pssst!»
Miras a la derecha. «¡Pssst!». Miras a la izquierda, separando los brazos, desamparado/a.
«¡Por aquí!»
Viene de la puerta de entrada por la que has llegado.
Más cerca, distingues el bigote poblado de un aventurero en el resquicio de la puerta.
«¿¡Qué haces aquí, infeliz!? ¡Estas no son formas de entrar en la torre de los desafíos! dicen los bigotes.
—Ah, ¿sí?
—¿Eres un/a aventurero/a que quiere saber todo sobre la pergamigromancia?
—¡En absoluto!
—Entonces estás aquí por las llaves…
—No, yo…
—¡En este lugar te esperan grandes peligros! Yo he perdido un grupo de amigos… y sé que la respuesta a su desaparición está aquí… Puedo ayudarte, ¡pero tú también tendrás que ayudarme a mí!
—Pero ni siquiera sé quién eres…
—Soy Lazarus. ¡Cuidado! ¡¡¡Detrás de ti!!!»

En ese instante, los bigotes se baten en retirada. Se da la vuelta y…
«¡AAAH!»
El Goblin está ahí. Con el ceño fruncido. Y agarrándose la barbilla.
«Kilibilibili… ¿A quién le estabas hablando?
—Yo… Esto… ¡A mi escoba! ¡Le hablaba a mi escoba! Me parece que no está muy motivada, no barre bien los jalatós de polvo.»
Kirdor te escruta. ¿Cómo podía tragarse algo así?
«Estás un poco de la chaveta… Al maestro le gusta eso.» Después, se aleja sin quitarte el ojo de encima.
Finges barrer durante un rato, insultando por momentos al palo de tu escoba pero, en cuanto el goblin está fuera de tu vista, observas el resquicio de la puerta esperando ver algún pelo de bigote. Te sobresaltas cuando:
«¡Sigo aquí!
—¡Lazarus!
—Sí, soy yo. Nos espían. Ya te encontraré.
—¿Dónde? ¿Cuándo?
—Ya me encargo yo… Tú solo tienes que dejarte guiar por la fe y el honor.
—Ehm…
—El destino ha hecho que nos encontremos. Yo te ayudaré a encontrar las llaves y tú me ayudarás a encontrar a mis amigos. ¡Ve en paz!
—Solo me pregunto si… ¿Lazarus? ¿Lazarus?»
De repente, una voz tenebrosa hace que una angustia galopante recorra tu espalda:
«¿QUIÉN SE ATREVE A DESAFIARME?
—¡AAAH!
—¡Ja, ja, ja! ¡Estoy practicando para el gran día!»
Detrás de ti se alza el maestro del lugar, el gran mago que se ha vuelto loco, un pozo de sabiduría, pero también de desafortunada pequeños olvidos: MORD.

«Dime, amigo… ¿No habrás encontrado mis llaves, por casualidad? »
CONTINUARÁ…
¡TEMPORIS RETRO II: PARCHOMANCIA empieza el 19 de abril!