
La enorme puerta de la biblioteca se abrió con un chirrido. Fuera, los comerciantes ensalzaban los méritos de su merancía en el mercado. Una pequeña disputa fue empeorando hasta acabar, segundos después, en una gran pelea: una historia de pischis no muy frescos, al parecer... Una vez dentro, Varkonos cerró la puerta y se alejó de toda polémica. El joven feca tenía otras preocupaciones...
El silencio reinaba en los pasillos de la biblioteca. No había ni un miaumiau y, evidentemente, ni un solo yopuka. Las estanterías eran tan altas que había que subir unas grandes escaleras para llegar a la parte superior. Afortunadamente, y a pesar de los años, Varkonos se acordaba exactamente de dónde encontrar lo que había venido a buscar. Avanzó directo hacia el pasillo 8 sin ni siquiera considerar las indicaciones, de dirigió al final de este, se agachó hacia la estantería más baja y agarró el séptimo libro empezando por el final. La obra era tan imponente que se vio obligado a utilizar las dos manos para llevarlo hasta el escritorio más cercano. El «bum» que provocó al soltarlo sobre la mesa de madera resonó en todo el edificio. Un «¡shhh!» seco y autoritario surgió de la nada.
«Perdón...», susurró el joven feca antes de tomar asiento. Sopló sobre la cubierta polvorienta y el título apareció: «MITOS – Lo prometo, no soy ningún mitómano» por el Mago de Zo. El índice lo condujo a la página 1219 donde descubrió un capítulo titulado sobriamente: «El dios Xelor, qué fuerte es». Apretó la lengua entre los labios y se sumergió en una lectura intensiva:
«Dios del tiempo y del espacio, Xelor es uno de los doce dioses principales del Krosmoz. En compañía de Ocra, Zurcarák, Aniripsa, Anutrof, Feca, Yopuka, Osamodas, Sadida y Sram, y luego de Sacrógrito y Pandawa, reina en el Mundo de los Doce y mora en Inglorium.»
«… Tras la creación del Krosmoz por el Gran Dragón y la gran diosa, para mantenerse apartados del caos destructor en el que viven los demonios, Xelor y los otros dioses principales deciden hacer del plano material un plano neutral, apropiarse del Inglorium y dejar la Fab'hugruta a los demonios de Rushu.
Los dioses principales reinan así sucesivamente en varios planetas, entre los que se encuentran Zaasfyxoso y Saoxosfya.»
¿Varios planetas...? ¡Varkonos ni siquiera sabía que existían otros! ¿Lo había olvidado con el tiempo? Sin embargo, miró muy por encima la creación del Krosmoz y le dedicó gustosamente más tiempo a la del Reloj de Xelor:
«… Unos doscientos años después del principio de la Edad de los Dofus, el dios Xelor decide cuantificar el tiempo para marcar las pulsaciones de los dofus, que laten a coro para instaurar la Armonía en el mundo.
Separando un capullo de materia estelar, crea un gran reloj en el que entran con fuerza unas mariposas tempusfuguita que, con sus aleteos, hacen que el mecanismo se ponga en marcha. Xelor sella entonces el cuerpo del reloj cubriéndolo con once gemas violetas: acaba de crear el Reloj de Xelor, herramienta de medición del tiempo, y de instaurar el año 0. A partir de ahora, los acontecimientos se clasificarán teniendo en cuenta el momento en el que se producen, antes o después de la instauración de este reloj.»
Varkonos se sabía esta cantinela de memoria, pero lo que ocurría a continuación comenzó a intrigarle:
«… Un día, Xelor se da cuenta de que los demonios de las horas extralimitan sus derechos y se aprovechan de los contratiempos en la trama del tiempo para robar aventureros y trozos de terreno del Mundo de los Doce. Furioso, aparece en el Horamundo, dispuesto a darles un buen castigo a los demonios, y descubre el delicado mundito que los demonios se han montado gracias a sus múltiples fechorías. En contra de todo pronóstico, Xelor se ha quedado pasmado con el espectáculo que tiene ante sus ojos. Hasta tal punto que decide no castigar a los demonios, con la condición de que se apresuren a: 1.º reparar la trama del tiempo; y 2.º abrir el acceso a sus arenas a todo el que lo desee, con el fin de ofrecer a los aventureros del Mundo de los Doce la posibilidad de perpetuar el espíritu de la caballería y de la pelea en las arenas especialmente destinadas a este fin.»
«… Hacia 350, la demonio Medianoche advierte a Xelor de la increíble situación de Bonta: por culpa de una anomalía temporal creada por accidente por un aventurero feca llamado Arty, el pasado se superpone al presente y la ciudad está condenada a revivir la batalla de la Aurora Púrpura contra Brakmar.
El dios interviene y crea un vórtice para devolver a los combatientes del pasado a su época.»
El corazón del joven feca empezó a latir más rápido. Cuanto más leía, más se instruía y más se sentía en su lugar; sentía que estaba tomando la decisión correcta, el camino correcto, como si tocara con el dedo su yo interior por primera vez... ¡Era a la vez extraño y muy agradable!
Fue en ese momento concreto cuando escuchó un alboroto de fab'huritus de Rushu en la biblioteca. Inclinó discretamente la cabeza para echar un vistazo hacia la entrada... Preso del pánico, se hizo un ovillo bajo el escritorio: ¡era su madre! Seguramente se había enterado por boca de Beral, su hermano pequeño, que tenía intención de cambiar de clase. Sin contar con que había prometido limpiar hoy el granero... Recorrió el escritorio a tientas con sus manos para hacerse con el libro. Un último esfuerzo para acercárselo hacia él y... ¡ya está! ¡Nadie se había dado cuenta de nada! Varkonos apretó el preciado manuscrito contra su pecho y huyó por una puerta secreta...