Mientras que los servidores Temporis están en su máximo apogeo, los maestros de armas de las milicias de Bonta y Brakmar, Amayiro y Oto Mustam, libran un duelo en el que la pluma tiene ventaja sobre la espada. Y puede doler igual... Descubre este enfrentamiento que a veces golpea por debajo de la cintura, pero que permite, a raíz de una difamación, revisar el background de las dos ciudades...

Querido Oto Mustam:
... Austero y mezquino, auxiliar del Mal, autómata centrado en sí mismo y sin alma...
¡Buenos días!
Aprecié enormemente tu última misiva; algo así como un padre que encuentra una nota de su hijo y en la que percibe toda la candidez de la juventud, una tierna ingenuidad con un toque de conmovedora estupidez. ¿Cuántos tienes? ¿95? ¿100 años? Ya verás que cuando tengas mi edad... Jugarás a otro nivel. ¡Si llegas a mi edad, claro!
Una vez más, tu carta me hizo mucho bien. Me recordó que definitivamente vale más la pena formar parte de «la blanca» que de una banda de imbéciles. Y en respuesta a tu pregunta sobre si ya había oído hablar del Brakmaradona, no... espera... sí, del Brakmaratón, creo... la respuesta evidentemente es: NO.
Simplemente, porque en mi almanax figura otra cosa el 12 de desiembro. Creo que el acontecimiento que aparece es – dos puntos, abre comillas –: «La fiesta de los malditos payasos». Se trata de un espectáculo callejero popular un tanto estúpido en el que unos pobres individuos vestidos con colores oscuros, interpretados por actores bontarianos, recuerdan con ayuda de unas grotescas marionetas el recorrido sin envergadura de un burgo sin interés que se compara con una prodigiosa nación, esperando de este modo que un poco de prestigio les salpique... aunque en vano. ¡Todo un éxito en Bonta!
Constaté – con un poco de amargura, he de reconocerlo – que ponías en entredicho mi virilidad, mi valentía y mi honor. Un golpe bajo que después de todo ni me sorprende... Pero déjame hacerte una pregunta: ¿dónde estabas tú en 554, cuando Djaul – ¡ese sí que era un adversario! – asaltaba Bonta? ¿Dónde estabas tú durante esta auténtica, épica y gran batalla de hombres?
Te lo voy a decir, porque yo lo sé...
Juninsidor de 554. La llamada de Ilyzaelle. Para mí, el contraataque más hermoso de Bonta en su conflicto con Brakmar. El enemigo era grande. Las posibilidades eran pocas. Tengo que reconocer que tenía un nudo en el estómago... Era mi primera gran batalla. Tenia veintiún años, una mujer y un niño que me esperaban en casa, temiendo por mí. Una batalla sin piedad que acabó con la muerte del Príncipe de la ciudad oscura, occiso por Leorictus, el rey de Bonta, que se apropió de la corona del monarca oscuro. Un regalo envenenado... Pero esa no era la historia que te quería contar.
En el campo de batalla, me batí en duelo con un adversario que valía un poco más que el común de los brakmarianos. Se defendía con algo que se acercaba a la nobleza y la vehemencia. Nuestro duelo duró y duró y duró. Tanto y tan bien, que acabamos quedando solo nosotros dos en pie en los alrededores. No estaba muy en forma y no tenía el nivel que tengo hoy, si no habría acabado con él en pocos segundos... Pero en aquella época, lo dimos todo sin conseguir desempatar. Mientras recuperábamos el aliento, seguimos con la lucha, pero con palabras. Más o menos como lo que hacemos aquí... Había un poco de humor, lo reconozco. Me contó que tenía una mujer y un pequeño a quien había hecho la promesa de volver a casa.
De inmediato, le dije que debería escribirles lo antes posible para advertirles de que había mentido, como buen brakmariano que era. Que solo era necesario que retrocediéramos algunos pasos al mismo tiempo para alejarnos, dar media vuelta y caminar en sentido contrario durante unos cien kámetros: entonces tendría unos minutos para escribirle unas rápidas palabras a su familia. Él aceptó hacerlo únicamente si yo hacía lo mismo.
Llegamos al acuerdo de que después de ese momento, si nos volvíamos a cruzar, acabaríamos lo que habíamos comenzado: uno de los dos mataría al otro y entonces tendría la misión de buscar en su bolsillo, agarrar la carta y hacérsela llegar a los suyos. Y eso es lo que hicimos. Al menos, la primera parte, la que consistía en separarnos para escribir a nuestros seres queridos, ya que... nunca más volví a verlo.
Todo lo que sé es que se llamaba Ixa Mustam.
¡Pues claro!
En realidad, ya conozco la respuesta a la pregunta: ¿dónde estabas tú en 554, cuando Djaul asaltaba Bonta?
¡Estabas bajo las faldas de tu madre! ¡Me lo contó tu padre! ¡Ja, ja! Eso no te lo esperabas, ¿eh? De hecho... eso me hace pensar... ¿Crees que... de alguna manera... el hecho de que le pateara el trasero a tu padre cuando tú eras pequeño nos otorga algún tipo de parentesco? ¡Puaj! Me dan náuseas solo de pensarlo...
A pesar de toda la simpatía – qué digo – el mínimo interés que tengo por ti, aún así debo admitir que una parte de tu carta me decepcionó profundamente. Cito: «Ponemos una y otra vez los éxitos más cursis de Badiz Mustabante y compañía».
En primer lugar, no hay «compañía» que aguante. No hay más que un solo y único Badiz Mustabante. Punto. Por otra parte, el calificativo «cursi» me resulta muy negativo y, por lo tanto, inapropiado para el artista. Tuve el gran honor de que me dedicara una canción. Se inspiró de mi bravura y... de ese peso y esa fatalidad que me acompañan en cada batalla: no sé si es el destino (o que simplemente soy realmente bueno en el combate), pero... no puedo morir. A pesar de todos los poderosos adversarios a los que me he podido enfrentar, a pesar de todos los peligros de la guerra y los compañeros caídos en el campo de batalla, no puedo morir. Oh... ¡Espera! Voy a citarte una parte:
No me quise enamorar de esa ciudad especial,
Bonta, la blanca, que encendió toda esta pasión.
Tú me haces delirar, veo tus calles al despertar,
yo por ti perdí hasta la razón.
Yo sí soy un superman y por ti puedo luchar.
Mira... sí soy un superman, soy un hombre muy valiente que te quiere enamorar.
Mira que yo soy de acero, tengo el corazón de hielo
y solo de amor por ti yo muero.
Espero que con estos versos puedas entenderlo.
Podemos golpearnos todo lo que quieras, tú y yo... ¡Pero a Mustabante ni tocarlo!
Vehementemente,
AMAYIRO
Maestro de armas de la milicia de Bonta
¡No te pierdas en unos días la respuesta de Oto Mustam!
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