Durante su investigación sobre las anomalías temporales, la Enviada de Xelor conoció a un joven zobal en Amakna, capaz de predecir eventos que todavía no habían tenido lugar. Si bien esta extraña entrevista tenía todos los ingredientes de los asuntos que atendía, parecía sobrepasar el marco de su investigación. Advirtió al Mago de Zo que el caso del niño mostraba tanto un desajuste del tiempo como del ámbito de los sueños y las pesadillas…
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Los sueños y los cuentos son sombras de verdades que perduran mucho después de que los hechos probados caigan en el olvido, de que las certezas hayan quedado reducidas a cenizas. Pero el sueño debe alimentarse, si no, se debilita. Sus colores palidecen, sus detalles se emborronan, sus símbolos pierden su sentido. El futuro se anuncia oscuro. Un día, los mortales dejarán de soñar... Y entonces, las tierras oníricas, de las cuales soy el guardián, estarán en grave peligro. Con la ayuda de los talentosos aventureros, haré todo lo que esté en mi mano para impedirlo.
Soy el maestro de los sueños.
El Mago de Zo me ha hablado de un niño de Amakna…
Sus sueños tienen un contorno más preciso de lo normal. Más que sombras, parecen ser reflejos de verdades. Si es así, podría tratarse de un don especial, sobre todo para un mortal. O de una anomalía que puede desaparecer en cualquier momento, del mismo modo que llegó. Pase lo que pase, los sueños dejan siempre una sutil huella a su paso, una reminiscencia que es posible descifrar si sabes cómo se fabrican los sueños...
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Durante mi viaje, de repente, lo vi muy claro, como un faro en medio de la noche. Desplegué las alas un poco más para dejarme llevar por completo por las oleadas de sueños de los doceros. La aceleración fue tan impactante que me sentí arrollado. Las corrientes me llevaban directamente a él. Supongo que estaba en pleno sueño paradójico. Hubo un tiempo en el que los oleajes de sueños de los mortales eran todos tan potentes como este. Esta sensación me pareció la más cercana a eso que los doceros llaman el bienestar. Me dejaba llevar a gran velocidad, pero con delicadeza, y en ese preciso instante entendí un poco mejor por qué tantos de ellos buscaban esta quietud.
Una luz viva traspasaba la casucha de este campo extremadamente silencioso. Era el único que podía apreciarlo. Mi estado de trascendencia me permitía atravesar las paredes sin hacer ningún ruido y deslizarme por debajo de la cama del niño sin que nadie pudiese detectar mi presencia. No era más que un sueño entre muchos otros. Incluso sin haberlo explorado, no tenía ninguna duda de la agudeza onírica de este joven zobal. Hacía algún tiempo ya que los sueños de los doceros se mostraban más agudos. Solía haber una masa homogénea con variantes especiales, algunos picos distintivos que no destacaban mucho del conglomerado de sueños, pero últimamente, observaba una agitación inexplicable. Distinguía variaciones agudas, pero poco claras. La luz onírica de este chaval era tan nítida, tan pura como el agua de una fuente que, después de haber recorrido kilokámetros bajo tierra, había brotado cual cascada para terminar convirtiéndose en un agradable baño que te arropa.
Smoussy Torrancio estaba tumbado en su cama. Sus párpados palpitaban. Para mí, resplandecía, se me aparecía como una forma precisa, compacta, que podía distinguir a través de las paredes y las sábanas. Para «revelarlo», solo hacía falta que dejara escapar un ligero suspiro dracónico, por suerte soy uno de los pocos (si no el único) en conocer el secreto. Como la pelusa de una flor de diente de león revela su corazón cuando la soplamos, un velo se elevó y pude observar los sueños del niño.
*****
Es difícil explicar con palabras algo indescriptible. Los sueños aparecen en varias dimensiones, apelan a sentidos que no todos los seres poseen. El que he visto esta noche se parecía a un ojo de huracán. Intenté avanzar por esa visión, para ver más allá, para entender dónde nacía este huracán incontrolable. Tenía la impresión de estar luchando contra una fuerza comparable a la de dos imanes que se atraen. A pesar de mi ensañamiento, avanzaba muy poco y estaba agotado. Algunos sueños son prisioneros de su propia pesadilla y es posible que el soñador sea la clave. Me puse a susurrarle al oído a Smoussy: —Cuando un sueño llama a la puerta de la conciencia con insistencia, lo inteligente es dejarlo entrar…
El niño murmuró: —ALLIDASEP…
Y furtivamente, el viento desapareció, pero tuve tiempo de percibir un crisol, en el cual iba cayendo arena. De pronto, el tornado volvió y me empujó hacia una nube de sedimentos. En ese momento me pareció imposible volver al ojo del huracán. Pero más imágenes me alcanzaron. Pude sentir de nuevo una presencia... ¡no! Varias. Siluetas oscuras. De malos presagios. Estas sombras parecían tan imperturbables como las montañas ante el viento. Estas criaturas parecían cabalgar a lomos de monturas tan demoníacas como ellas. Se abrieron unos ojos brillantes y resonaron frases atronadoras.
—¡No esperaré más para recoger lo que hemos sembrado! —exclamó una voz impaciente y nasal.
—¡Es hora de pasar a la ofensiva! —clamó una voz autoritaria.
—No hay por qué precipitarse. Nuestros esfuerzos pronto darán sus frutos —matizó una voz estoica.
—¡Los esclavizaré a todos! —afirmó una voz decidida.
Escuché los gritos de descontento de todo un pueblo y sus chillidos cuando les quemaron las casas. Me di cuenta de que había una soberana derrotada en su trono. Una nueva voz me arrancó de ese sueño. Como si se encontrara en otro lugar... más cercano. Cumplió su promesa:
—Resuena a través de las eras. Como una especie de eco entre una época y otra. Todavía no comprendemos su significado. Pero es cuestión de tiempo. El fin de un ciclo y el comienzo de uno nuevo. Como un bucle que se moldea, que va tomando forma vuelta tras vuelta. Un «déjà vu» nada parecido al anterior. La arena sigue cayendo. El último grano revelará la verdad…
En ese momento, salí de la atracción del sueño de Smoussy Torrancio, convencido de que esta voz procedía de su habitación. Miré primero a un lado, después al otro, antes de comprobar detrás de mí. Sobre una estantería, encima de mí, había una muñeca con una máscara de madera rudimentaria. Parecía observarme. Lo más raro era que, a pesar de su rostro inexpresivo, por un instante me pareció… que sonreía.
Draconiros te espera en diciembre para una nueva actualización.
Hasta entonces... ¡que tengas dulces sueños!
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